Cuando un vino y su nombre son precisamente lo que ese nombre dice ser
Me acerco al agua bebiendo tu beso…
Lhasa De Sela, “Con toda palabra”
Agosto, 3
Mi cumpleaños, uno más otra vez
más, ya en periodo de descarte de memoria y suma y sigue de gloriosa vida por
vivir. Y otra vez más como a veces pasa, buscando el cuento para contar a la
luz pequeña de la llama de la novena vela pueril, me encuentro el cuento
escrito solo, como deben ser los mejores cuentos, los que usan al contador para
contarse a sí mismos, sin pensarlos, sin buscarlos, sin pretenderlos pero
queriéndolos sin querer, como cuando explota de improviso, sin esperarlo, en la
cara, en los ojos y en la boca, un nombre, un beso.
El nombre de un presentimiento
En ocasiones pienso en los
esfuerzos de los que hacen vino para hallar un nombre para el suyo. Se devanan
los sesos buscando algo representativo, de su pueblo, de su tierra, de su
suelo, de su casa, de su familia o de su sueño, o simplemente piensan en un
sonido que lo haga llamativo al verlo o escucharlo, como un canto de sirena
irresistible que ningún hombre pueda no escuchar. Algunos, a veces, encuentran
un nombre que intenta definir, en una sola palabra a ser posible, lo que la
botella guarda dentro, aunque eso es muy difícil y no lo he visto casi nunca.
Sin embargo, a veces, muy pocas veces, hay nombres de vinos que, en un acto de
inspiración, clarividencia o la más pura brujería (negra, blanca o rosada) te
dicen, con atinada precisión, lo que va a pasar cuando lo bebes.
Celler Clos Dominic
Hace muchos años que conozco a
Dominic, el alma y la intuición de una bodega y unos vinos que son mucho más
que cosas. Fue paseando por las tierras virtuales de un grupo de amigos
apasionados por el vino. Nunca nos hemos visto, y apenas nos hemos escrito,
pero esos cruces de palabras, fogosos y encendidos las más de las veces, siempre
han versado sobre algo que a ambos nos inquieta y nos atrapa: el amor, el vino,
el amor al vino, la emoción, la emoción del vino, por el vino, por su causa,
por su culpa. Sé que ahora está buscando un vino que emocione, como una fórmula
mágica que a cualquiera que la beba le dé escalofríos y le ponga todos los
pelos de punta, pero eso, que lo hará y encontrará, me parece que sólo funcionará
con quien tenga esa emoción ya dentro, escondida o agazapada, dormida,
despierta, sometida o lista para saltar, esperando. Quien no sienta será inmune
a la poción mágica, y por lo tanto también a la vida.
Dominic hace con el vino lo que
quiere, creo que lo mismo hace con su vida entera, y entre ese hacer en
libertad se incluye, en mi humilde opinión, dotar del mayor carisma a su vino
más pequeño, como ese niño inquieto y juguetón, un diablillo simpaticote y
alegre, que se camela a grandes y pequeños con su risa y con su gracia, carisma
que, con los años, evoluciona para transformarlo en un encantador adulto, atractivo
y seductor, aunque ya carente de esa frescura, inocencia y candidez que
adornaba sus actos de infancia. Una cosa por otra. A mí me sugieren esa imagen
los vinos de Dominic, Clos Petó, Vinyes Baixes, Vinyes Altes y las Selecciones
familiares con los nombres de sus hijos en las que cada año vuelca lo mejor de
lo mejor (y a las que aún no he tenido el gusto de ser presentado) a los que
recientemente ha sumado, para completar la familia, unos novedosos blanco y
rosado que aún se debaten en la cuba embrionaria que dará a luz un día a un ser
completo y definitivo.
Dominic también ofrece su hospitalidad
en el Priorat, su vino y su alimento para quien desee franquear sus puertas. Yo
no he visto sus parcelas, ni he pisado sus pizarras, ni he respirado su aire, ni
me ha quemado la piel su sol. Yo nunca he estado en sus viñas ni en su casa,
pero a menudo, cuando oigo hablar a alguien de su viaje, me dejo llevar hasta
los sueños que provocan los besos de su vino beso, y sueño que un día me aventuro
a hollar sus tierras en silencio necesario, sólo distraído por el crujir de los
pasos ligeros en el límite de lo audible, y que al fin, en la tenue oscuridad
del frescor de su bodega, me encuentro en disposición de saciar mi propia sed
de besos, bebiendo con los ojos cerrados el vino salivado por sus cepas.
Clos Petó
Beso de llegada, cortesía que
siempre son dos, en las mejillas; beso de arrimo, que es tanteo y no más que un
roce leve en unos labios que han secado la ansiedad y la esperanza; beso de
ganas, que es un sorbo que saborea los labios ya húmedos y entornados; beso de
placer con las bocas abiertas, estrechado en un abrazo que no se puede romper y
que ya no puede ser palabras sino dos voces que hablan en silencio al mismo
tiempo, diciéndoselo todo; beso de hambre que muerde fruta madura, labios y el
cuerpo entero; beso de sed que son un trago largo de vino tinto, sabroso y
especiado, frescor de menta que se bebe durante el movimiento último de entrega
en una partida de amor, sin parar ni soltar la copa, suspirando y regalando al
mismo tiempo los inflamados gemidos que marcan el camino del placer. Beso que es
gritos y arañazos empapados en vino cuando rebosa de la boca y moja la piel
ardiendo, aroma profundo que se instala en la nariz, muy dentro al respirar,
deleite prolongado hasta ya no poder más, punta de sensaciones que recorren
cuerpo y alma, hasta que al fin llega el sosiego del beso extenuado que se da
al final, cuando en la lengua queda un sabor de fondo que se agarra a ella para
no marchar y que ya no es dulce, pues guarda la amargura clara de esa despedida
que es el último trago que se ha dado, los últimos aromas en la copa de vino ya
bebido, el último suspiro resignado al reposarla en la mesa, el último beso,
que vuelve a ser un roce de labios secos, antes de tener que decir adiós.
Agosto, 3
Se acaba el cuento de este año, y
con el cuerpo y la mente tranquilos, satisfecho y relajado me dejo dar ese
último beso, el más pequeño y sutil de los muchos que esta botella ha vertido dentro
de mi copa, ahora tintada de pintalabios color granate, triste de lágrimas por
el final. Me sabe rico, el postrer beso, y sonrío al apurarlo ante la sobrada certeza
de que no será el último que me deje dar por esta boca.
Clos Petó 2011
Celler Clos Dominic
D.O.Q. Priorat
Cabernet Sauvignon, Cariñena y
Garnacha
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Petó, en catalán, significa Beso
en castellano.
Fotografía Celler Clos Dominc cortesía
de http://www.debrujasyvino.blogspot.com.es/
perfecto armonioso y con sentimiento
ResponderEliminarGracias Mar, es un placer y un orgullo tenerte aquí, y saber que te agradan mis letras...
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