El chocolate se funde en la boca, pero
no en las manos
El mayor dolor es el que se está sufriendo. El mayor placer, el que se
está gozando. El mayor amor, el que se está entregando. La mayor locura, la que
se está viviendo.
Anónimo
Por una cabeza, todas las locuras. Su boca que besa, borra la tristeza,
calma la amargura.
Alfredo Le Pera, "Por una cabeza"
Emoción
A veces, sólo a veces, uno pierde
el sentido cuando se encuentra frente a determinadas circunstancias
anímicamente complejas. En ellas es normal olvidarse de la razón y dejarse arrastrar
bien por los sentimientos, bien por las emociones, con las inevitables
consecuencias que ello, a corto o largo plazo, puede acarrear.
Nada tienen que ver sentimientos
y emociones. Los unos surgen en esa parte evolucionada del cerebro humano a la
que usualmente llamamos corazón; las otras en la parte primitiva y animal que
suele localizarse físicamente dos dedos por debajo del ombligo. A los unos se los
puede manejar, estamos acostumbrados a ellos. Se llaman amor, tristeza, compasión,
felicidad… Viejos amigos conocidos por todos. A las otras, por el contrario, no
hay quien las controle, pues son parte del funcionamiento animal del ser humano
al que ya no estamos habituados. Suelen ser negativas y, por fortuna, no tan
conocidas para nosotros como los anteriores: miedo, agresividad, pena, celos, odio,
envidia…
En esas circunstancias en las que
nos dejamos llevar por los sentimientos o por las emociones nos encontramos
gestionando problemas muy diferentes, en cuanto a nuestro propio
comportamiento, una vez que hemos perdido las riendas del autocontrol. Si se
trata de los primeros, uno es consciente de lo que está sintiendo, lo entiende,
puede trasladarse a la razón y desde ahí, con mayor o menor esfuerzo, dominarlo
una vez que haya hecho su función. Por ejemplo, el dolor llega, duele y se va.
Eso es un sentimiento. Pero si se queda ahí, aferrado al alma, se convierte en
sufrimiento, y eso es una emoción. No se puede controlar, ni negociar con ella,
ni moverla a un lugar de la razón donde se la pueda someter. La emoción, al
final, te subyuga, te anula, te destroza.
En general, si alguien es atrapado
por las emociones se dice que está loco, y a lo que le ocurre, se le llama
locura.
Locura
Locura para un hombre casi
siempre lleva nombre de mujer.
Mujer que encuentras, que te
encuentra, que llega, a la que llegas, se queda, la dejas, se va, te deja, se
queda, se queda, se va.
Y esta locura a veces, muchas
veces, se convierte en nubes negras, en angustia, en amargura, en daño, en
insania que arrastra hasta un infierno de agonía. Pero a veces, sólo a veces,
uno puede volverse loco sin perder el sentido de sus sentimientos, uno puede
hacer una locura sin perder el sentido de su razón y alcanzar, casi sin querer,
la cima donde esta locura se convierte en poema, en melodía, en una botella de
vino.
Una botella de vino
Calle del Espíritu Santo, número
23, Madrid. 9 de octubre. 20h. Es ya tarde, casi noche, camino mirando al
suelo, escuchando, haciendo por respirar a bocanadas hasta llegar a Bodegabierta, una tienda especializada
en venta de vino ubicada en el madrileño barrio de Malasaña. Entro, camino
hasta las escaleras del fondo sin detenerme a mirar las botellas que tapizan
los estantes. Escaleras que desembocan en un sótano, casi una cueva encalada en
el subsuelo de Madrid, que en tiempos fue una panadería. Y, de repente, siento
que allí se está bien. Pocas personas todavía, todos amigos. Luz blanca, limpia.
Temperatura fresca, pero más cálida que en la calle. El vino, que te mira a la
cara al entrar, también estará bien. Me recibe el responsable de Bodegabierta, José Román. “¿Y Nacho?”
“Ahí está.” Alto y delgado, se afana cuidando sus botellas mientras nos espera.
Nacho está cansado, quizá sea gripe, está como abatido, como si le pesaran los
hombros. Una mirada, que se desvía de inmediato. Sus ojos brillan. Una sonrisa,
dos sonrisas, tres y de pronto siento que ya está todo dicho. A veces, sólo a
veces, ocurre eso. No necesitas más que una mirada, una sonrisa, un
comprenderlo todo de repente.
Hay tiempo, faltan muchos
asistentes, podemos hablar. “Ahora verás que el vino es denso y oscuro como el
chocolate, se extiende por la boca, tapiza su interior con su consistencia.
¿Sabes que el chocolate se funde en la boca a la temperatura del cuerpo humano?
Pero en las manos no, porque siempre están más frías que el resto del cuerpo.” Comer
chocolate hace sentirse bien. Dulce, aromático, crujiente… Un trocito después
de una comida, con el café, o simplemente solo, cuando apetece. “El chocolate
es un buen sustituto del sexo, porque ambos liberan endorfinas, que nos
proporcionan placer.” La mirada entumecida acaba perdida en el laberinto de los
segundos que siguen, pero la sonrisa firme todo lo puede, hasta hacer que las
personas callemos y que empiece a hablar el vino.
Pyjama 2011 y Demencia 2008,
y de regalo, Demencia 2009 que aún no
tiene etiqueta y para el que habrá que esperar, como se espera una llamada,
unos meses más. Ambos vinos son el mismo vino, eso se percibe desde que miras
su color oscuro y tumultuoso, desde que recibes la primera vaharada de perfume.
Llevan los mismos genes, como hermanos de distinta edad. O como padre e hijo.
No, mejor aún: como el mismo hombre en momentos diferentes de su vida. Briosos
ambos, plenos de energía, lúbricos y con una capacidad inmensa de evolución, de
crecimiento, de afinación, expresión y mejora a medida que transcurra el
tiempo. Vinos para tener la voluntad de comprender su marcada personalidad,
para ser pacientes, para esperar hasta que estén dispuestos a entregarlo todo.
Y mientras espero, siento los sentidos colmados de sensaciones saturadas, la
mente llena de voces saltarinas, y las palabras, cuerpo de cada una de las
impresiones recibidas, pugnando por brotar para alcanzar imágenes consistentes
que, una a una, puedan describir con nitidez los vinos.
Los vinos
Violenta violeta violencia al respirarlo, recuerdo interminable de
pasión voluptuosa en la boca, intensidad de mil sueños vaporosos despertados de
repente al abrir los ojos, y ya no cerrarlos, en cada sorbo inolvidable que
sólo volverá, en la memoria, al terminar la botella mediada, quizá mañana,
quizá después, de una sola vez, algún día. Y después, horas más tarde, la
pasión violenta se convierte al fin, descargada, en un abrazo suave, más
caricia que fuerza, tranquilo y apacible, te cierra los ojos respirando la
respiración que respira a tu lado, perfumada con un nuevo dulzor que te
estremece, intensamente, largamente, y te arrebujas en sus brazos, besas otra
vez los labios de la copa que es su boca, y te abandonas al sueño que es
dormir, hasta el amanecer, durante una noche que iba a ser de un beso y que,
sin querer, se convierte en demencia.
Indomable al encontrarlo, desconfiado, intenso sin control, salta sin
mesura debatiéndose como una tormenta turbulenta que te arrastra, casi te hiere
con su vivo olor a frutas negras y cosquillas de pimienta, acidez de fresa y
frambuesa verdes, floreado, florido y especiado, te galopa en la boca,
imparable, se acerca despacio y te acaba saltando encima, pero se deja sujetar,
tiras del dogal con paciencia, y lo vas domando, se doma porque quiere, porque
sabe que lo entiendes, y amaina, la tormenta se calma, el viento doloroso deja
de bufar, te envuelve hecho brisa con dulzura, se abre, se expande rodeándote,
creciendo en armonías, y te ofrece su denso dulzor amargo de chocolate sensual,
revuelto de matices especiado y vainilla, tienes que esperar porque te lo
exige, lo deseas y con tiempo, sin correr, se deja que lo hagas tuyo, estable y
sabroso, lleno de energía y expresividad. Espera, espera, espera, sólo entonces
sabrás todo lo que guarda para ti.
Las horas vuelan y yo no me doy
cuenta de sus pasos largos y acelerados. Me voy de allí con las emociones
tomando poco a poco el control de los actos y la razón, sentido y sentimiento, de
modo natural, plegándose frente al poder incontenible de la locura.
Locura
Locura es una botella aferrada
entre las manos, locura es la lluvia, la noche, el frío al llegar. Locura es cerrar
los ojos y esperar unos minutos, intentando que la locura del temblar del
corazón amaine, antes de llamar con un roce de nudillos. Locura es una puerta
que se abre, una estancia que espera, un vacío que al cerrarse desvela la
locura de una sonrisa argentada. Locura es el silencio de las palabras que no
se dicen, locura es el sonido del silencio que se escucha, locura la sonrisa
que no cesa, los ojos que sonríen, la respiración que resuena acompasada.
Locura son dos copas vacías en una mano y una mano en la otra mano. Locura el
sonoro aliento de la botella al descorchar, locura el tintineo del vino que
golpea el cristal, locura el aroma desatado al izar las copas de la mesa, entre
los dedos, un perfume intenso a chocolate y menta que con prisa acalorada transforma
el aire de la habitación. Locura es dejar a tientas sobre la mesa las copas llenas
del vino que aún no ha probado la boca, y dejar que se queden ahí por minutos olvidadas,
esperando y observando con mirada verde felina. Locura es el abrazo apretado
entre el vino y el calor del cuerpo abrazado, un abrazo que no quiere ser más
locura, aún, para mejor saborear, como sorbo leve que no es trago y poco a
poco, la locura que ya asoma. Locura es por fin el primer sorbo, un brutal impacto
y la complicidad naciente en torno al vino al ver los ojos, que son espejos,
muy abiertos al otro lado de las copas. Locura los segundos, los minutos, un
susurro, el rozar de una tela roja amontonándose en el suelo, otra verde, otra
negra, otra blanca, la respiración que falta, que no llega, una pausa que es un
juego, una sombra en la pared que se bebe la copa entera, medio llena de
locura, de un solo trago. Locura al tiempo la calma deliciosa, ya domada la
fiereza del pujante impulso que recoge sensaciones transformadas en percepción,
el cuerpo adormecido que hormiguea de placer, la piel aún caliente, la respiración
pausada. Locura, al fin, que todo lo cura con el sueño que cierra los ojos para
mejor oír cada susurro, cada cuento de la copa casi vacía que no se quiere
terminar.
Una voz se acerca a mi oído,
cierro los ojos y me concentro en el respiro tibio, aromatizado, hasta que el aliento
empapado en vino me habla bajito:
-Me ha gustado mucho.
-¿Qué has sentido?
-Placer.
-¿Quieres repetir?
-Claro.
-¿Y después?
-Mucho. Quiero mucho más.
Mucho más
Nacho y yo hablamos un día. Yo
quería ver. Él quería mostrar.
-Dime, Nacho: ¿Locura?
-Muy difícil para mí. Lo
intento... ¿Qué decir? Pues que tenía una vida normal, con mis pasiones y
desvelos, con mis inquietudes y preocupaciones, con mis ilusiones y sueños. Y
tanto soñé, que la gente pensaba que estaba dormido. ¿Dormido? No ¡soñando! Y
lo malo de soñar, es que no estamos acostumbrados. Los sueños dan vértigo
porque te alejan del suelo. No nos gusta ver al prójimo soñar. La gente me
empezó a mirar de otra manera. Mi sueño, en la viña, en su vino, en
compartirlo... pero ¿con quién? Buscaba y buscaba, disfrutaba compartiendo mi
locura. Y compartí. Momentos, vivencias, contactos... pero una locura que cada
vez era más estéril. Llegó un momento en que nadie quería beber conmigo...
"Ese vino te pone loco." "No es hombre para ti." "No
son buenas compañías." "Vas a acabar como él...”
>Unos hombres vestidos de
blanco me quisieron llevar. "Miren ustedes, yo no estoy loco. Estuve loco
ayer, pero fue por amor."
Fue por amor
Demencia. En la cápsula de la
botella se hace constar:
unaoportunidadsatisfaccionalasvientosbrisatierrasaltascarmesinoimportacuandotedueletesienteslibrenosotrosnuestrocomunionatomounosolonadatodosilenciosonidoclitorisaleluyafinalclitorissorpresaesmejorquelarealidaddreamsnaufragarnavegarflotarbuscarloquetenemosquedestruir?seguirnecesitamosluzescaparsinnombreunangelunmentirosonocreeennadieunmentirosonocreeennadaenemigoescaparvertigoexplosionvertigolunaatraccionvertigocosasquenopuedesexplicarrendicionvictimacaerdormidodreamsinnadaenloqueapoyarseentregarevelacionfeloimposibleanonimocorrersindireccionenhebrarunaagujasonidotesorosecretocasasentirsinsentido=sentimientovssentidomovimientohumanosdespuesdetodolentoeldiacomienzaenelocaso.adondevanlascarreteras?correrandarvolargolpearcuandotetoconosientesnadaestatica.adondevanlascarreteras?preambulovastagoprimogenitoanonimoorigenesorigenanteriormasaltovertigotalentohipnosisincognitovorticecaidagravedadpesodeseoprofundoagujeropielcanibalcompromisoparanoiaespiralarenaretornomediavueltarecuerdomisterioluzcorrientetensionestimulocegueraultravioletainfrarrojoinvisiblenoseoscuridadnochecaminocabezavisionunaideavoladoramoribundaalgomuerevivirvidad8e6m4e2n7c3i5a1.
Información de la bodega:
Pijama 2011 - Bodega Demencia de Autor S.L.
D.O. Bierzo - 100% Mencía.
Crianza durante 5 meses en barricas de roble francés de segundo y tercer año
complementado con una presencia de lías finas, y tres trasiegos con leve
aireación. Se ensambla el vino con la adición de una breve proporción de vino
criado de la añada 2010, en búsqueda de complejidad y afinamiento.
Demencia 2008 - Bodega Demencia de Autor S.L.
D.O. Bierzo - 100% Mencía. 16
meses de crianza en barricas de roble francés; los primeros 6 meses, el vino se
mantuvo con una selección de lías finas realizándose frecuentes “battonages”.
Después de leer tu artículo, hasta me dan ganas de beber vino.
ResponderEliminarJuanjo, no te cortes y déjate llevar...
EliminarTe felicito por tu blog.
ResponderEliminarUn saludo.
Oliver
Muchas gracias Oliver, me alegra que lo leas y te guste, y pueda ser para ti una de esas cosas que te haga sentir bien.
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