viernes, 28 de septiembre de 2018

Beber menos para beber mejor

V Jornada de la Excelencia francesa, Residencia del Embajador de Francia, Madrid.






Y AUNQUE NO QUISE, REGRESO


Las estrellas

Miraba a la copa en alto, los brillos del sol de septiembre destellaban dentro, buscando a las burbujas que, tras servir de la botella, parecían haberse marchado. Los ojos, brillantes, escrutaban cada gota de líquido, bañándose desnudos en el frescor del cristal lleno, de la copa de champagne. “Fíjate: no hay burbujas” “Sí, sí que están, es que no les gusta que las miren. Solamente quieren besos. Venga, bebe”. Y estaban, camufladas más que escondidas, una en cada gota, inmóviles y silenciosas, pero prestas a acariciar durante el beso, juguetonas y saltarinas al acercar mis labios, haciéndome cosquillas en la boca con risas como de niños.


¡Dios mío, está lleno de estrellas!


El jardín

Me pasaría el tiempo allí, en aquel jardín, con los ojos cerrados dejando al sol de septiembre tocar mi piel, tamizado entre los árboles. Me pasaría el tiempo allí, sin decir nada, sin escuchar a nadie, con esa copa en mi mano, llena de champagne, llenándola cada vez con un solo trago de líquido, para que no me tenga que esperar. Me pasaría el tiempo allí, congelando los segundos, bebiendo ese champagne, recordando otras copas al dormir, otras copas sobre todo al despertar…

Dos años

El tiempo transcurre de un modo extraño. Si estás bien, vuela. Si estás mal, es interminable. Y, sin embargo hay veces que también vuela aunque no puedas decir que hayas estado bien, ese tiempo en el que nada sucede que te saque de la rutina autoimpuesta en la que huyes de todo aquello que te pudiera sacudir y en la que nada, ni bueno ni malo, sucede.

Dos años tras los que todo es igual, dos años tras los que ya nada es igual.

Hace ya dos años que estuve en aquel mismo jardín, bajo aquella misma luz filtrada por aquellos mismos árboles, con una copa del mismo champagne entre mis manos, con ese mismo champagne entre mis labios. Todo me parecía un déjà vu sin fin: una conversación sin final que vuelve a estar al día, una emoción acorralada a la que no se le permite respirar, y que, a pesar de todo, respira. O suspira. La misma claridad, las mismas sombras, los mismos sonidos e iguales silencios.

Dos años desde que estuve allí por última vez, que han sido dos años sin llenar estas páginas en blanco, sin decir nada aunque siempre hubo tanto que decir, dos años evitando que mis amadas palabras traicionaran los laberintos de mi propio rompecabezas, sin que yo quisiera.

No me gustaría repetirme innecesariamente. Todo aquel que desee saber cómo fueron las cosas aquel día de octubre de 2016, puede avanzar un poco en el blog o pinchar aquí:






LOS REPRESENTANTES DE LA EXCELENCIA FRANCESA EN LOS JARDINES DE LA RESIDENCIA DEL EMBAJADOR FRANCÉS


Nada parecía haber cambiado. A mi derecha, Champagne Sanger y su embajador Yves Sanvoisin, que me ofrecía orgulloso a su representado, con su habitual generosidad. Justo al lado, la mesa de Caviar Baïkal, servido con gran cuidado, igual que entonces, sobre unos deliciosos canapés de mantequilla con cremaFrente a mí, Rose-Michelle Bensadon, haciendo gala, como siempre, de su espíritu incansable y jovial. La copa llena de champagne acompañándome en mi mano izquierda, otra vez. Y la magnífica residencia, y los árboles, y la luz, y el embajador Saint Geours que saludaba personalmente a cada uno de sus invitados y, sobre todo, esos invitados, caras conocidas las mayoría que siempre son el alma de la fiesta, y que iban y venían de mesa en mesa, probando y disfrutando de los excelentes productos de la muestra.



Las novedades

Teniendo tanto y tan exquisito al alcance de mi mano, y tan poco tiempo del que disponía, opté por detenerme en las mesas de los viejos conocidos que presentaban sus primicias:

VINOFILIA y el guerrero Gilles Huss, que sigue manteniendo con vida, a capa y espada, nuestro “Club del vino sobre todo francés”, que vuelve al fin tras unos meses de reposo durante los cuales, entre otras cosas, Gilles se ha dedicado a buscar nuevas joyas enológicas a buenos precios para ofrecernos cada mes.

De los tres vinos que componen la selección de este mes (segundos vinos de grandes bodegas) llegué a probar dos:

-Les Sieurs de Bellegrave 2014, AOC Pauillac. Intenso en nariz, muy francés (si es que se puede decir que hay una característica concreta que defina a un vino francés), mientras que en boca te engaña, porque al principio da la sensación de que va a ser corto, ya que la fuerza con la que entra se apacigua pronto, aunque después mantiene el gusto a fruta roja con una grata acidez durante mucho tiempo. Es un vino serio con destellos de alegría que le aportan una gran vivacidad.

-Petit Corbin d´Espagne 2014, AOC Saint Émilion Grand CruVino formal, adusto, potente, de trago prolongado, apto para tomar una copa después de comer mientras se habla acerca de la comida y de los vinos, más joviales seguramente, que se han bebido en ella. Un vino para disfrutar sin más compañía que la de tu contertulio. Fruta roja y negra de gran energía, largo, pleno de taninos que te hacen respirar profundamente. Un clásico St. Émilion bello como la ciudad que le da nombre.

-Demoiselle de Sociando Mallet 2013, AOC Haut Médoc, es un vino (según la descripción de Vinofilia) pleno de fruta negra madura, y muy suave. Esperaré para probarlo y contarles a recibir la correspondiente caja del Club.

Los tres vinos, según me informó Gilles, son  el resultado de una selección muy meticulosa de las uvas provenientes de vides de 10 a 20 años de edad (esas mismas vides, una vez superados los 20 años, son las que servirán para producir los primeros vinos), y de una cuidadosa crianza posterior de 11 meses. Vinos para tomar ya o, quien sea joven y disponga de mucho tiempo y paciencia, también para guardar y disfrutar de lo mejor que nos pueden dar, en unos años.


OH, DÉLICE! es una tienda pequeña de productos gastronómicos franceses. Hace tiempo la visitaba de vez en cuando en madrileña plaza de Chueca, hasta que este verano, en una de mis excursiones taciturnas, comprobé con pesar que ya no estaba. “Nos hemos mudado al lado, a la calle Gravina, número 21. Es que es muy difícil poner una terraza en Chueca, donde todos los demás bares ya tienen puesta la suya…”, me explicó su responsable, Clotilde Dumay, quien, al mismo tiempo, me dio a probar el no-champagne Prime Perla, un Rosé Brut de la denominación de origen protegida AOC Crémant de Limoux. Es un espumoso, producido mediante el método tradicional con las variedades chardonnay, chennin y pinot noir, pero que no se puede llamar champagne porque no es de La Champagne, sino de Langedoc, en el sur, concretamente en la villa de St. Hilaire. Es suave, fresco y afrutado, muy ligero y con unas burbujas sentidas y agradables que te provocan las ganas de más. Ideal para tomar en una de esas terrazas de verano de mi ciudad...


RESTAURANTES CONTRA EL HAMBRE. Rose-Michelle me presentó a una amiga que la acompañaba, Mercedes Moliní. De ella diré, porque es lo que me explicó en los breves minutos de conversación que compartimos, que su trabajo habitual es uno de esos trabajos vocacionales que seguramente comprendan muy pocos: en el departamento de campañas y eventos de la ONG Acción contra el hambre, y en particular, en la campaña Restaurantes contra el hambre, donde se ocupa (resumiendo mucho) de gestionar restaurantes que se ofrecen a colaborar con la ONG, mediante el donativo de una casi simbólica cantidad de dinero (entre 0,5€ y 2€) por cada plato que se sirva en el restaurante.


La excelencia

Justo antes de abandonar la residencia, y mientras apuraba las últimas burbujas de Sanger, tuve ocasión de escuchar la siguiente brevísima conversación entre Yves y un visitante que se acercó a beber champagne:


-¿Qué champagne le gustaría probar?
-El mejor.
-El mejor siempre será el que más le guste a usted…
-Pues entonces, el más caro.


Después de eso, sin esperar a saber lo que se bebía ni lo que le parecía, me marché de allí, pensando ya en el momento de volver.






COMO EL BESO DE UNA SIRENA


-Entonces… ¿te comerás hoy otra ostra?
-No, hoy no.
-¿Por qué? ¿Es que ya no te gustan?
-Me gustan, pero ya no quiero comer más.
-¿Y por qué no?
-Las ostras son besos de mar, besos de sirena, ¿recuerdas? Aquélla fue la primera, la última, la única. Porque el afortunado que haya besado a una sirena, con una sola vez tiene más que suficiente para el resto de su vida.


Luis Astolfi